30.12.12

Recapitulando (I): Lo más mejor del 2012

Al igual que en temporadas anteriores y siguiendo la tradición, por estas fechas es casi obligatorio darle un repaso a lo mejor del año, destacando los diez títulos que más me han enganchado. Una temporada irregular en la que, sin embargo, han brillado algunas películas por encima de otras. En esta ocasión, la elección no ha sido excesivamente difícil, aunque se han quedado algunos excelentes productos en el tintero, como El Irlandés, los Piratas de la Aardman o la más reciente El Alucinante Mundo de Norman.

Como ya es habitual, las mejores películas del 2012 irán numeradas de lo mejor hasta lo más mejor. O sea, del 10 al 1.

10.- Carmina O Revienta. El debut tras la cámara y en el guión de Paco León no podría haber sido más estimulante. Una especie de docudrama familiar que, interpretado por su propia madre (contundente Carmina Barrios), se convierte en un todo un canto a esa picaresca española que tanto le ha dado a nuestra filmografía. Cercana al espíritu gamberro del Torrente de Santiago Segura, la cinta navega entre el friquismo y el cutrerío patrio y se muestra totalmente victoriosa en el retrato de una familia disfuncional marcada, ante todo, por la figura de una madre todoterreno dotada de un sentido muy peculiar de la ética. Huyendo de lo que prometía ser un melodrama suburbial, León apuesta por una comedia muy sui géneris en la que la escatología, el surrealismo y algún que otro toque gomaespumoso se alzan en sus grandes protagonistas.
 

9.- Tenemos Que Hablar de Kevin. Un melodrama introspectivo y de narrativa compleja que, a pesar de su dureza argumental, se salda con resultados excelentes. Dirigida en EE.UU. por la escocesa Lynne Ramsay, la película se centra en el estado depresivo de una mujer que se plantea hasta que punto contribuyó al violento carácter de su hijo mayor, un chico que en su adolescencia cometió un acto de brutalidad excesiva. Huyendo de la narrativa lineal habitual y apostando por acercarse a sus personajes a través de cierta dispersión temporal, la realizadora acierta en su planteamiento expositivo pues, de este modo, matiza mucho mejor ciertos aspectos que resultan clave en la deconstrucción del sombrío carácter del joven, un muchacho que tiene más de monstruo que de teenager. Un producto reflexivo, turbador, por momentos terrorífico y con cierto regusto a tragedia griega. Un ejercicio de estilo, de tonos rojizos y capaz para dejar un montón de dudas en el espectador. Atención a la magnífica interpretación de Tilda Swinton.
 

8.- Arrugas. Premiada con el Goya a la Mejor Película de Animación y al Mejor Guión Adaptado, la cinta de Ignacio Ferreras traslada a la gran pantalla el cómic homónimo de Paco Roca. En ella se refleja la vida en un centro geriátrico y se aproxima al terrible Alzehimer a través de los ojos de un anciano que ha empezado a sufrir sus primeros síntomas. Conmovedora y tierna, a pesar de su aparente dureza, no renuncia a volcar una gran pizca de humor en su narración, dándole al trabajo un claro aspecto de cuento para adultos. La pérdida de la memoria nunca había sido tratada con tanta delicadeza y elegancia.
 
 
7.- Mi Semana Con Marilyn.  Ambientado en el Londres de 1957, el film repasa un episodio muy concreto de la vida de Marilyn Monroe, casi anecdótico, que sucedió durante la filmación de El Príncipe y la Corista. Más que en el set de rodaje, su realizador (Simon Curtis) centra su atención en la relación que se estableció entre la estrella y el tercer ayudante de dirección, un joven que se aproximó humildemente a la actriz y la apoyó en sus momentos de incertidumbre: una tierna relación, marcada por el feeling mutuo y por la delicadeza con la que ambos personajes aceptaron su encuentro. Un cariñoso y apasionado modo de tratar la figura de Marilyn que se apoya en la magistral interpretación de una fenomenal y metamorfoseada Michelle Williams capaz, incluso, de conseguir una mirada triste idéntica a la que en muchas ocasiones luciera la protagonista de Vidas Rebeldes. El cine visto desde las bambalinas. Un icono sexual bajado con afecto hasta niveles terrenales. Un amor platónico retratado con una elegancia exquisita. ¿Quién da más?

6.- Terraferma. Pésimamente estrenada, la película supone una buena muestra del cine italiano actual. Un producto crítico y de emociones calibradas, tras el que se esconde un contundente juicio en contra de la ley implantada por Berlusconi acotando demasiados márgenes en cuanto a la entrada en el país de pateras procedentes del Norte de África. Un film vibrante y comprometido, lleno de momentos emotivos y, al mismo tiempo, capaz de ofrecer, con un mucho de sorna, pasajes cercanos a los de la mejor comedia mediterránea. El neorrealismo no ha muerto: su director, Emanuele Crialese, lo ha recuperado de nuevo. Un trabajo sensible y comprometido.
 

5.- La Invención de Hugo. Un emocionante homenaje al nacimiento del cine como propulsor de sueños. El maestro Scorsese cambia de estilo, aunque se mantiene fiel a esa reconocida fascinación personal que siente por el Séptimo Arte, asi como por la magia que desprende. Un trabajo apasionado, imprescindible y de visión obligatoria, tocado por la hechicera varita de Georges Méliès, uno de los pioneros del cine al que la película se le acerca de manera afectuosa, desde una óptica mágica y con una ternura exquisita. Un gigantesco tributo al cine construido a golpe de pequeños guiños; divertido, tierno, emotivo, elegante... Simplemente una obra mayúscula, única y distinta que incluso aplica la tecnología del 3D de forma inteligente. Y es que el cine aún sigue teniendo las mismas aspiraciones de barraca de feria que en sus inicios.
 

4.- Los Descendientes. Un film compacto, emotivo y envolvente, protagonizado por un George Clooney fuera de serie. Un melodrama de tintes familiares ambientado en los (antes) exóticos paisajes de un Hawai en plena decadencia. Una cinta conmovedora, de guión preciso y diálogos brillantes. Todo está en su sitio, calibrado para que funcione como un engranaje de precisión. Sensible y al mismo tiempo dotada de un peculiar sentido del humor, hurga en los sentimientos del espectador sin caer en la truculencia de la lágrima fácil. Amor, muerte y decepción, todo ello orquestado por el particular punto de vista de Alexander Payne.
 
 
3.- Mátalos Suavemente. Cine negro en mayúsculas, con un sinfín de personajes estrambóticos pululando en pantalla y descritos a la perfección. El ritmo del film es tranquilo. Su historia avanza poco a poco, sin prisas pero sin pausas. No hay precipitación válida. No es una película acción. Es una película violenta, sin más; de ráfagas de brutalidad muy esporádicas, aunque totalmente contundentes. Parece Tarantino, pero no lo es. Todo se debe a la fuerza de la letras de George V. Higgins, escritor de Coogans’s Trade y de cuya novela ha echado mano Andrew Dominik, su realizador. Un trabajo explosivo y cargado de mala leche que, en su trama, no renuncia a mostrar paralelismos sobre la estructura empresarial y las acciones de la mafia con el perfil político de la crisis económica actual., Todo un delirio visual y literario del que cabe destacar a un inmutable Brad Pitt en la piel de un frío y metódico asesino a sueldo.
 

2.- Los Idus De Marzo. Un thriller político, muy en la línea de los que se realizaron en los años 70, en el que se reserva un pequeño pero sustancial papel su propio director, George Clooney. El film transcurre a lo largo de una campaña electoral, mostrando los tejemanejes y subterfugios que utilizan los dos oponentes y sus respectivos equipos: un complot político, lleno de traiciones y juegos sucios, equiparable al que llevó a la muerte a Julio César. No cuenta nada nuevo que no sepamos de antemano sobre corrupción política y la falta de escrúpulos de muchos mandatarios. Pero todo cuanto expone lo hace de forma inteligente, sin tapujos, yendo directo al grano, disparando allí donde más duele y aproximándose al mundo de la política como si se tratara de la mismísima mafia. Las ansias de poder de ciertos personajillos son tan grandes que ninguno de ellos duda en darse un gran baño de mierda con tal de lograr su objetivo. El arribismo está servido.
 

1.- La Parte de los Ángeles. Ken Loach se reinventa. Y lo hace sin renunciar a su tónica social habitual, pero añadiéndole un toque de comedia y un punto de optimismo difícil de encontrar en el grueso de su obra. Lo que se inicia como un drama social más dentro de su filmografía, poco a poco cambia de tercio para adentrarse en la comedia; una comedia humanista que desemboca en un film de intriga con gran golpe incluido y en el que juega una baza muy especial el universo del whisky y el arte de su cata. Una película sobre segundas oportunidades; un canto de amor a Escocia, a su whisky, a sus faldas y, ante todo, un tratado de humanismo en tiempos difíciles. Para paladares exquisitos.
 
 
En un próximo post, lo más peor del 2012.

24.12.12

Pena de Navidades...

Con la que nos está cayendo, me sentiría muy cínico felicitándoles las Navidades. La miseria, los recortes laborales y sociales, la corrupción política y empresarial… Que quieren que les diga. .. Que ustedes la pasen lo mejor que puedan y en buena compañía. Y a todos aquellos que nos están amargando estos días, ¡qué les den! O, mejor dicho, que se los folle un pez espada.

De todos modos y para hacer más llevadera la festividad, abajo les dejo colgada una propuesta que está corriendo por la red. Yo, al menos, pienso hacerlo y golpear la cacerola con mucho frenesí. Y es que el Borbón de las narices y su puta familia ya me tienen hasta los güevos.

22.12.12

Los "gordos" de Navidad

 
 
 
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 

21.12.12

¿Punto final?


Hasta el bueno de Mariano Ozores se atrevió con una del fin del mundo en 1962.

17.12.12

Apatrullando la ciudad


Hasta ahora, el found fotage (cámara en mano, simulando una filmación real) era un estilo que parecía haberse impuesto, casi en exclusiva, en el cine de terror desde que (la sobrevalorada) El Proyecto de la Bruja de Blair lo pusiera de moda a finales de los años 90. Con Sin Tregua, David Ayer adopta el método para el género policíaco y urde un producto confuso a medio camino entre el reality show (muy en la línea de los programas televisivos made in USA siguiendo los casos de un coche patrulla) y los vídeo-juegos (sus numerosas escenas de acción, en donde una cámara subjetiva muestra las manos y el arma de un personaje avanzando y disparando por laberínticas situaciones).


La historia transcurre en las calles de Los Ángeles y sus protagonistas son una pareja de policías uniformados que, desde su coche patrulla, han de enfrentarse a todo tipo de delitos y, en concreto, a una peligrosísima y feroz banda de hispanoamericanos. La excusa para que su mínimo argumento se acerque a las constantes de un reality show estriba en que uno de ellos (el personaje interpretado por un histriónico Jake Gyllenhaal) pretende hacer un trabajo experimental en el campo de la imagen y el cine. Una excusa muy poco creíble para poner en práctica un estilo al que, a los pocos minutos, su director deja de serle fiel: planos aéreos, secuencias filmadas por cámaras distintas y un sinfín de tomas imposibles se encargan de desligar sus intenciones. En realidad, lo único que hace David Ayer es agitar desesperadamente la cámara y marear a un espectador cansado de tanta falsedad.

Un film vacío, previsible, ultraviolento y sospechosamente racista, en donde, para suavizar un tanto su discurso segregacionista y contando con la presencia de un cargante Michael Peña, hace que uno de los dos patrulleros se trate de un joven de ascendencia mejicana. El facha de Torrente se habría sentido como pez en el agua entre el par de policías protagonistas.


Caca de la vaca. Tiren de la cadena y olviden semejante fantochada. Cuesta pensar que su director sea el mismo de la interesante Dueños de la Calle.

11.12.12

El abuelo Cebolleta


A pesar de haber asegurado que con Gran Torino se retiraba de la interpretación, en Golpe de Efecto Clint Eastwood vuelve a ponerse ante una cámara para dar vida a un viejo gruñón que, por culpa de un problema ocular, puede perder el trabajo de toda su vida: el de ojeador de jugadores de béisbol. Dirige Robert Lorenz, el que fuera su ayudante de dirección desde hace casi dos décadas.

La cinta es una especie de telefilm de sobremesa, rodado sin vigor y contando una historia demasiadas veces vista (o, mejor dicho, sufrida) con anterioridad: la de la mala relación entre un padre cascarrabias y una hija abogado que, distanciados durante una largo periodo de sus vidas, volverán a reunirse debido a una serie de hechos determinados. Él, cómo no, es Eastwood, un tipo al que le encanta representar a personajes muy peculiares y que, en el fondo, resulta lo único llamativo del evento; ella, la hija, es Amy Adams en su vertiente más cursilona.


Golpe de Efecto navega, desde su inicio, a través de un cúmulo de tópicos insoportable, empezando por la tensa (aunque divertida) relación entre padre e hija y terminando por el inevitable personaje del amigo fiel y bonachón al que, en esta ocasión, da vida el gran John Goodman. Añádanle a ello la aparición de un joven dispuesto a ganarse el amor de la hija (un pesadísimo Justin Timberlake al que últimamente se lo encuentra uno hasta en la sopa), un par de escenas de borrachera en bares llenos de pueblerinos (y con billar incluido), un inevitable número de baile country y un sinfín de cansinas jugadas de béisbol.


No busquen más en el debut como realizador de Robert Lorenz. La película empieza con el personaje de Eastwood y termina con éste. No hay más a su alrededor, tan sólo paja y paja. Y, como detalle anecdótico, un breve flash-back en el que posiblemente se amague la clave por la cual el director de Mystic River se decidiera a ejercer de nuevo como actor, pues en él se repite una constante habitual en su filmografía de los últimos años.

7.12.12

El Robin Hood de los ricos

Cuatro años después de su fallida Edén al Oeste, el griego Costa-Gavras, símbolo inequívoco del cine comprometido y del thriller político, regresa con El Capital, una cinta que arremete directamente contra la banca y, ante todo, con aquellos que, con su avaricia, han gestado la crisis económica y social actual.

El Capital se centra en Marc Torneuil, un sicario de la banca que, al enfermar el presidente de la entidad francesa para la que trabaja, acaba convirtiéndose en su sucesor; un sucesor que, inseguro en su lugar de trabajo por las artimañas que se huele por parte del consejo de administración, optará por organizar su propia partida: una partida en la que todo valdrá, desde despidos masivos a oscuras estratagemas con un grupo bancario norteamericano.


La película suelta verdades como puños. Arremete contra la globalización y destaca la falta de escrúpulos de un grupo de personajes que sólo piensan en agrandar sus bolsillos, sin preocuparles en lo más mínimo el daño social que con ello puedan causar. Pero, a pesar de sus buenas intenciones, a Costa-Gavras le falta esa rabia narrativa que tanto deslumbrara en títulos como Z, Missing o incluso la más reciente y espléndida Arcadia. El Capital es un producto sin alma. Incluso diría que hasta condescendiente con esa especie de Robin Hood de los ricos que representa el personaje de Marc Torneuil; ese ingrato capitalista al que, por momentos, intenta humanizar y que no hace más que robar a los pobres para dárselo a los ricos.

Quizás la elección de un cómico como Gad Elmaleh para dar vida a ese capitalista sin escrúpulos, no sea la más adecuada, ya que su sosa interpretación no provoca en la platea el efecto de irritación suficiente como para terminar odiándole. De hecho, y a pesar de la endeblez de su actuación, la cinta es todo un festival Elmaleh, ya que no hay ni un solo minuto en el que el actor no esté presente.


Es una lástima que el realizador se guarde la cólera acumulada sólo para un par de escenas muy concretas: la de la comida en familia, con la presencia de un pariente contestatario y, ante todo, el pequeño y cínico discurso final de Tourneil dirigiéndose directamente a la cámara; un alegato que no es más que una sonora bofetada al espectador para que reaccione de una puta vez ante la que nos está cayendo.

30.11.12

Si de verdad funciona... es por sus actores


Una pareja en crisis. Más de 30 años de matrimonio. La monotonía ha acabado definitivamente con la pasión. Duermen en habitaciones distintas. El sexo ha pasado a mejor vida. Ella quiere remontar y sentirse amada de nuevo; él no está para la labor, y prefiere disfrutar de los partidos de golf que ve en televisión antes que volver a tener contactos con su esposa. Según ella, la solución está en un viaje a Hope Springs, una pequeña población costera en la otra punta del país en donde se encuentra la consulta de un prestigioso consejero matrimonial. Él es Tommy Lee Jones; ella, Meryl Streep. Su título, Si De Verdad Quieres…


No busquen mucho más en el film de lo que promete su sinopsis. Punto pelota. Una historia contada una y mil veces cuyo único aliciente reside en el brillante trabajo de sus actores, tanto en el de su pareja protagonista (a pesar de que ella, por no perder la costumbre, llora y llora) como en el del tercero en discordia, ese consejero matrimonial al que interpreta, con una sobriedad sorprendente, Steve Carrell quien, a mi gusto, se alza como lo mejor de la aburridísima propuesta.


Dirige la cosa David Frankel, el mismo de esa nimiedad que atendía por El Diablo Viste De Prada. Y lo hace de forma totalmente plana y previsible, pues su guión, debido a una tal Vanessa Taylor, no da para mucho. O sea, los chistecitos de siempre y ese toque emotivo y ramplón habitual en este tipo de productos. Más de lo mismo.

Más allá de sus interpretaciones, me cuesta entender la buena acogida popular que ha tenido. Será que vengo de otro planeta.

28.11.12

La CIA en Hollywood


Tras realizar dos cintas de excelente factura como Adiós, Pequeña, Adiós y The Town, Ben Affleck vuelve a colocarse tras la cámara para afrontar, bajo el título de Argo, un nuevo reto: trasladar a la gran pantalla unos hechos reales sucedidos a partir del mes de noviembre de 1979, cuando, tras el secuestro de 52 norteamericanos en el interior de la embajada de Estados Unidos en Teherán, 6 de ellos lograron huir para refugiarse en la embajada canadiense. La cinta de Affleck se centra en la escaramuza que ideó Tony Méndez, el agente de la CIA que se encargó de la liberación de los 6 refugiados antes de que fueran descubiertos por los seguidores del Ayatolá Jomeini.


El que fuera protagonista de Daredevil, aparte de dirigir el cotarro de forma enérgica y dotarlo de un aspecto muy cercano al del reportaje, también se pilla uno de los personajes principales de la historia, el del citado Tony Méndez, faceta, la de actor, en la que no brilla tanto como en la de realizador. De hecho, su interpretación, en contraste con la brillantez de su dirección, no va más allá de los estándares básicos: el chico no molesta, pero tampoco deslumbra.

El guión de Argo se muestra habilidoso al jugar con un montón de guiños al mundo de cine y, muy en particular, al de Hollywood y toda su mitología. Y es que, en la trama del arriesgado plan urdido por el especialista de la CIA para liberar a los 6 rehenes, existe un falso film de ciencia-ficción a rodar en Teherán; una alucinante excusa que embarcó en la salvación a un productor y a un maquillador de la industria cinematográfica (magníficos Alan Arkin y John Goodman, sobre los que cae la parte más distendida de la función).


Argo -título que al mismo tiempo hace referencia explícita al film ficticio ideado para acercarse a la embajada de Canadá-, hace gala de un dominio excelente del suspense. Su recta final, cuya mayor parte transcurre en un aeropuerto, es tensa, intrigante y sorprendente. Veinte minutos antológicos capaces de mantener a la platea totalmente atenta a cuanto sucede en pantalla.


Un thriller político modélico que, sin tratarse estrictamente de un film de acción, está narrado sin fisuras, nervio y un mucho de ingenio; sin hablar de su perfecta ambientación. De lo mejorcito del año.

25.11.12

Torrente se ha quedado huérfano

Primero Miliki, luego le siguieron José Luis Borau y Larry Hagman. Una semana negra para el mundo del cine y del espectáculo. Parece que La Dinamita Está Servida pues ayer, a los 90 años de edad, también nos abandonaba un hombre que, de galán del cine español pasó a ser uno de los cómicos más populares del país: Tony Leblanc, ese Tigre de Chamberí que tras un Servicio en la Mar fue uno de Los Últimos de Filipinas.

Su amistad con Manolo Guardia Urbano hizo que se convirtiera en uno de Los Ángeles del Volante pero, a pesar de ello, un accidente automovilístico le apartó de la escena durante una larga temporada. Atrás quedaron sus años de seductor, su Ligue Story, tal y como demuestran sus 39 Cartas de Amor: tuvo devaneos con La Revoltosa, tonteó con varias Muchachas de Azul y, durante El Día de los Enamorados, cortejó a Las Chicas de la Cruz Roja.

Instalado durante una larga temporada en Casa de los Martínez, en pleno Torrejón City e influenciado al oír fantásticas Historias de la Radio, se planteó la remota posibilidad de hacerse Astronauta, aunque finalmente optó por situarse al lado de Los Económicamente Débiles convencido de que Una Vez Al Año Ser Hippy No Hace Daño. Con una llamada al 091 Policía Al Habla salvó de la muerte al Hombre Que Se Quiso Matar.
 

Algunas Historias de Madrid cuentan que, cultivando la amistad del peculiar Torrente, personaje al que acabó adoptando, se acercó a una pandilla de Tramposos, apuntándose a un grupo de timadores que atendía por el nombre de Los Que Tocan el Piano, banda en la que adoptó distintas personalidades, desde la de Cristobalito Gazmoño a la de un boxeador que se pasaba el día yendo "de la Casa Campo al gimnasio".

Gran Tony Leblanc. Nadie como él se comió una manzana con tanta devoción ante un numeroso grupo de espectadores; una gesta que formó parte de sus inolvidables Historias de la Televisión.
 
 
Descanse en paz.

24.11.12

El hombre bondadoso que nos acercó a la España más oscura

Uno de los grandes se nos ha ido. José Luis Borau ya no está con nosotros. Director, productor, guionista, profesor, miembro de la RAE e incluso actor ocasional. A pesar de haber presidido la SGAE y la Academia de Cine Español, se trataba de un hombre solitario y, ante todo, afable. Muy afable. O, al menos, esa es la impresión que me llevé de él cuando, a raíz del estreno de la fallida Río Abajo (su única incursión en América, país en el que vivió durante una década) pude contactar con él.

Su cine apuntaba casi siempre hacia la crítica social y política. Un cine lleno de personajes toscos, salvajes, casi primitivos. Un cine que quedó perfectamente reflejado en su incuestionable Furtivos, obra maestra del realizador que, estrenada durante los últimos coletazos del franquismo, presentaba una visión muy distinta de España y en la que el propio Borau interpretaba a uno de sus personajes. Una cinta que, por cierto, no sentó nada bien al régimen y a la que se boicoteó desde todos los frentes.
 

Crimen de Doble FiloHay Que Matar a B., Tata Mía o Leo, su último film, son sólo algunas de las películas que nos deja como director, sin olvidar sus excelentes guiones para títulos como Mi Querida Señorita o Camada Negra, una visión desgarradora de un violento grupo de ultraderecha durante el postfranquismo.

Descanse en paz.

23.11.12

Con sabor a whisky escocés


Con La Parte De Los Ángeles, Ken Loach se reinventa. Y lo hace sin renunciar a su tónica social habitual, pero añadiéndole un toque de comedia (al igual que hiciera en Buscando A Eric) y un punto de optimismo difícil de encontrar en el grueso de su obra.

La cinta parte de cuatro jóvenes escoceses que, evitando ir a prisión por haber cometido pequeños delitos, se ven obligados a realizar trabajos sociales. Allí, influidos por Harry, el asistente social encargado de su control, descubrirán el universo del whisky y el arte de la cata; un universo que despertará en ellos una idea delictiva que les podría alejar para siempre de un futuro incierto.
 

La Parte De Los Ángeles se centra principalmente en el personaje de Robbie, un muchacho marcado por una infancia difícil, de carácter violento y que, a pesar de su juventud, acaba de ser padre por primera vez. Sus terribles y contradictorias ganas de enmendarse, junto al descubrimiento de poseer un excelente olfato para las catas de whisky y siempre bajo la estela de Harry y de Leonie, su compañera, buscará una salida a una vida que parecía marcada desde su nacimiento. Una vía de escape en la que tendrá un protagonismo muy especial la subasta de una barrica de whisky añejo valorada en un millón de libras.
 

Ken Loach y su guionista habitual, Paul Laverty, le han dado la vuelta a su cine de siempre. Lo que se inicia como un drama social más dentro de su filmografía, poco a poco cambia de tercio para dirigirse hacia la comedia; una comedia humanista que desemboca en un film de intriga con gran golpe incluido.

A destacar la frescura con la que el joven Paul Brannigan afronta el rol del conflictivo Robbie y la madurez y ternura que aporta John Henshaw a su peculiar asistente social (un actor con un parecido físico extraordinario con el desaparecido Ángel de Andrés padre), así como el perfecto dibujo que Loach y Laverty hacen de cada uno de los miembros del grupo que les acompaña; una caricatura que, de forma graciosa y al mismo tiempo respetuosa, plasma la incultura y el desorden social y familiar en el que se han criado.
 

Una película sobre segundas oportunidades; un canto de amor a Escocia, a su whisky y a sus faldas y, ante todo, un tratado de humanismo en tiempos difíciles que queda perfectamente reflejado en el emotivo detalle que Robbie le brinda a su educador durante el episodio final. Y recuerden que, esa parte de los ángeles a la que hace referencia su título, se localiza en el 2% de alcohol que se evapora al abrirse una barrica de whisky. Este es el Loach que a mí me gusta: igualmente comprometido aunque dispuesto a renovar su cine.