31.12.10

Recapitulando (I): Lo más mejor del 2010

31 de enero. El año 2010 se acaba. Y con él, la habitual lista de las 10 mejores de la temporada. Del 10 al 1. O sea, de lo mejor a lo más mejor.

10.- Sherlock Holmes. Un divertimento sin más. Pura distracción. Una forma distinta, la de Guy Ritchie, de acercarse al mítico detective creado por Conan Doyle, de manera alocada aunque conservando las constantes del personaje y, al mismo tiempo, sin renunciar al estilo sincopado que caracteriza el grueso de su obra. Su argumento es simple, pero al mismo tiempo totalmente efectivo. No aburre, tiene un ritmo endiablado y su tono de comedia funciona a la perfección. A mi gusto, mucho más conseguida que la visión, un tanto pedantilla, que de Holmes ha realizado la BBC en su sobrevaloradísima serie televisiva de 3 episodios. Y es que, para modernizar al detective, no es necesario viajar hasta el presente.

9.- Nacidas Para Sufrir. Uno de los pocos productos nacionales que ha aprobado la temporada con nota alta. Miguel Albadalejo se lo monta de comedia intimista, rural y con un elevadísimo toque femenino. Sensible y divertida, plasma la relación existente y marcada por la soledad entre una anciana y su criada. Adriana Ozores y Petra Martínez están que se salen dando vida a la extraña pareja protagonista. Lástima que en su recta final, a Albadalejo se le vaya un poco la bola y la historia empiece a perder gas. Nadie es perfecto, pero la película tiene su puntito.

8.- Two Lovers. James Gray se aleja del thriller y sale victorioso de un melodrama contundente, plagado de tintes sentimentales y autodestructivos y de sorpresivos guiños a la filmografía de Alfred Hitchcock. Una cinta marcada por la bipolaridad de su personaje masculino (un magnífico Joaquin Phoenix), un tipo con tendencias suicidas que debate su existencia entre el amor por dos mujeres, una morena y una rubia. La femme fatal del cine negro de toda la vida contra la mujer hogareña. No es un thriller, pero por su cerebral tratamiento incluso lo parece. Una lástima que llegara a nuestro país dos años después de su estreno.

7.- Cinco Minutos de Gloria. Una nueva vuelta de tuerca a una de las constantes del cine procedente de Irlanda: el de las convulsas luchas entre católicos y protestantes en el Belfast de hace unas décadas. Narrada en tres actos, Olivier Hirschiegel, su director, afronta una historia en donde el sentido de culpabilidad, el odio y la búsqueda del perdón cobran un fuerte protagonismo. La excusa es un debate televisivo que pretende situar, cara a cara, a un antiguo miembro del Ulster Volunteer Force y al hermano de una de sus víctimas. A un lado, la sobriedad de Liam Neeson; al otro, el flirteo con la sobreactuación de James Nesbitt. El equilibrio perfecto para jugar con los sentimientos contrapuestos de ambos personajes. Si hay que buscarle algún pero, éste se encuentra en su perdonable tono discursivo. Un interesante trabajo que pasó sin pena ni gloria por las salas comerciales. Ahora toca recuperarlo.

6.- La Red Social. Un film elegante y dotado de un guión magnético que va mucho más allá de la historia del nacimiento de Facebbok y de su creador. Un magnífico toma y daca de situaciones y diálogos capaces de envolver una trama en donde los celos, los recelos, el estatus social y el poder, alcanzan un lugar destacado. Un Fincher distinto, alejado de sus habituales alardes técnicos y visuales, capaz de centrarse única y exclusivamente en resaltar el brillante libreto que le ha caído en suerte. Mordaz e ingenioso. Un modo excelente de conjugar, al cien por cien, dirección y escritura, una ecuación que queda perfectamente reflejada en su magistral (e intimista) escena final. La magia del cine sigue funcionando.

5.- An Education. una película pequeña e interesante que logró colarse, por méritos propios, entre las diez nominadas al Oscar. Una historia de amor muy british que, al mismo tiempo, hace un fiel retrato de la Inglaterra de los 60 sin dejar de lado, para nada, la interesante relación creada entre una menor de edad, con ganas de conocer más allá de su cerrado entorno, y un tipo mayor que ella, un tanto sibarita y de gustos relativamente caros. Una apuesta, la de la chica, que la llevará a cambiar los estudios clásicos por otros más vitales y callejeros. Comedia y melodrama, un poco de todo al servicio de un film sencillo aunque perfectamente construido. Amparado en un guión detallista, plagado de contrastes y totalmente creíble, la cinta le debe buena parte de su éxito a la química establecida entre su pareja protagonista (Carey Mulligan y Peter Saarsgaard). Una historia de las de siempre, de las de toda la vida, aunque escrita y realizada con una delicadeza total.

4.- Buried. O la sabiduría de mantener al espectador en tensión a través de una historia mínima. Un desierto en Irak y un tipo en un sobrio ataúd sepultado unos cuantos metros bajo tierra. Oscuridad, miedo y claustrofobia son sus principales parámetros. No hay más. El escenario es único y la habilidad de su montaje es mayúscula. Con cuatro detalles de guión y un par de movimientos de cámara, se transmite fácilmente la ansiedad de su protagonista a la platea. Su minuciosidad descriptiva, su ritmo trepidante y la originalidad de la puesta en escena (exenta de trampas narrativas tipo flash-back), hacen de ella una propuesta singular e irrepetible. Noventa minutos de alto voltaje total. Rodrigo Cortés ya sorprendió con Concursante, pero ahora ha ido aún más lejos.

3.- Toy Story 3. Los responsables de Toy Story se superan a sí mismos. Su derroche de imaginación, la forma de perfilar genialmente a sus personajes y el nervio otorgado a la historia, hacen de ella una entrega tanto o más compacta que sus dos predecesoras. Sus gags no dejan de sorprender: se autohomenajean con gracia y sus no muy abusivos guiños cinéfilos resultan de una sutileza exquisita. Siempre prima la historia antes que el habitual (y cansino) efectismo del 3D, una técnica que hace que muchos olviden la importancia del guión. La diversión y la emoción están aseguradas. No se avergüencen si viéndola sueltan alguna que otra lagrimilla. Imposible evitarlo.

2.- Shutter Island. Años 50, un pequeña isla, un centro psiquiátrico y un par de agentes del FBI investigando la desaparición de uno de los pacientes. Con tales ingredientes, Scorsese construye un thriller contundente; cine negro con todas las de la ley. Un melodrama oscuro y sin concesiones. Varias son las ramificaciones que abarca su guión; un guión plagado de connotaciones psicológicas y en el que nada es lo que parece. La cordura y la locura pueden tenderse la mano, confundirse y darse de patadas. Una función orquestada con una elegancia envidiable. Juega en campo seguro, apoyándose en su actor fetiche (imponente DiCaprio) y moviendo las fichas con total sobriedad. Una película de intriga, con un mucho de perturbaciones mentales, en la que el director de Toro Salvaje se dedica a romper reglas y a dejar lagunas totalmente conscientes en el guión. Una exquisitez.

1.- El Escritor. Un escritor en el anonimato y un ex Primer Ministro británico (en el que es muy fácil adivinar la figura de Tony Blair) son los dos principales focos de atención del realizador de Chinatown. Un supuesto suicidio, peligrosas conspiraciones políticas de alto nivel y el redactado de unas memorias, se convierten en el detonante de una trama tensa y perfectamente plasmada en imágenes. El reencuentro de Roman Polanski con su cine más oscuro y cáustico servido en bandeja de plata Un guión milimétrico -amparado en un sinfín de diálogos brillantes- y una puesta en escena escalofriantemente fantasmagórica, le otorgan un empaque al film que muy pocos productos actuales poseen, rezumando, por todos sus poros, el sabor de ese tipo de cine que por desgracia ya no se estila. La conspiración y la conspiranoia. El miedo y el valor. Las guerras y los políticos. El crimen y la falsedad. Muchas son las lecturas que ofrece Polanski en un film astuto y capaz de disparar dardos envenenados al corazón de un país que se la tiene jurada. Sencillamente toda una maravilla.

Y, en el próximo post, lo peor del 2010.

Que tengan un feliz 2011.

24.12.10

A pesar de los pesares

A pesar de la crisis, del paro, de los politicuchos, del totalitarismo, de los especuladores, de la corrupción, de la xenofobia, de las guerras, de la contaminación, del cambio climatológico, de la sinrazón, de Intereconomía, de los recursos del Constitucional y del Supremo en contra del Estatut de Catalunya y de que, entre todos, estamos convirtiendo un mundo que podría ser una maravilla en un mundo de puta mierda...; a pesar de todo ello, les deseo un Molt Bon Nadal!

Y vigílenme con los atracones.

Un beso en la frente, buena gente. Siempre nos quedará Wikileaks.

17.12.10

Así es la vida

Pintó un submarino de color rosa (Operación Pacífico). Le tramitó la licencia de detective a Peter Gunn. Convirtió a Mickey Rooney en japonés y a Audrey Hepburn en una chica de dudosa reputación (Desayuno con Diamantes). Colocó a Lee Remick en manos de un asmático con instintos criminales (Chantaje Contra Una Mujer) y después obligó a Jack Lemmon a que la condujera al alcoholismo (Días De Vino y Rosas). Parió a Jacques Clouseau, uno de los policías más frikis del Séptimo Arte (La Pantera Rosa). Fue el promotor de una disparatada carrera de autos locos alrededor del mundo (La Carrera del Siglo). Hizo de la Segunda Guerra Mundial una fiesta de disfraces (¿Qué Hiciste En La Guerra, Papi?). Desmontó el mundillo de Hollywood con la única ayuda de un patoso figurante hindú y un elefante (El Guateque). Catalogó numéricamente a las mujeres por su belleza y le regaló a Dudley Moore la mayor cogorza de su carrera (10). Consiguió que su propia esposa, Julie Andrews, mostrará su anatomía desnuda por vez primera en una pantalla (S.O.B.) y, posteriormente, la convirtió en todo un chicarrón (Víctor o Victoria). A través de Jack Lemmon, hizo un repaso autobiográfico a sus neuras hipocondríacas y a su relación matrimonial(¡Así Es La Vida!) y, entre otras disertaciones, nos previno del peligro de mezclar una cita a ciegas con una sola gota de alcohol (Cita a Ciegas).

El artífice de tanto desatino atendía por el nombre de Blake Edwards. Ayer, a los 88 años de edad, nos abandonó para siempre. Con él se va una gran parte de ese Hollywood clásico con el que muchos cinéfilos nos fuimos haciendo mayores. A partir de ahora, sin él, los guateques de la alta sociedad ya no tendrán ese toque tan personal de slapstick que supo imprimirles.

Descanse en paz. Por derecho propio, sus múltiples criaturas cinematográficas ya han pasado a formar parte de la memoria colectiva.

14.12.10

Los ladrones son gente honrada

Primero fue Adiós, Pequeña, Adiós. Ahora le toca el turno a The Town (Ciudad de Ladrones) . Sólo dos estimulantes títulos han sido necesarios para que, finalmente, Ben Affleck encuentre su rinconcito en Hollywood... y no precisamente como actor, sino como un realizador que demuestra poseer un gusto exquisito por la forma clásica de filmar de los grandes maestros. Y es que, después de una mala racha encadenada como actor, el amigo Affleck ha volcado lo mejor de sí mismo tras la cámara. Tanto es así que por momentos, su cine, nos recuerda al del Eastwood de los últimos años.

The Town es una película de las de siempre, de las de toda la vida. De buenos y malos, de polis y ladrones. De buenos que no son tan buenos y de malos que no son tan malos. Y todos, del primero al último, marcados por el estigma de haber nacido en Boston, concretamente en el conflictivo barrio de Charlestown, el enclave geográfico de Norteamérica que ha dado más ladrones de bancos y de furgones por metro cuadrado en la historia del país.

A un lado, el de la ley, un agente del FBI obstinado y con ganas de desmantelar una banda que le está dando demasiados quebraderos de cabeza. Al otro, del más oscuro, una banda de ladrones perfectamente organizada. Y en medio, situada entre unos y otros, una de las víctimas del último atraco cometido por la cuadrilla: una testigo que, involuntariamente, marcará el destino del enfrentamiento.

De hecho, The Town no ofrece nada nuevo al espectador. Es la historia de siempre, sin muchas sorpresas en su haber, aunque filmada y contada con una elegancia supina. Desde el Heat de Michael Mann (con el que se puede emparentar por sus bien resueltas escenas de acción) que el cine no paría un thriller tan bien perfilado como éste, en el que incluso no molesta ni el Ben Affleck actor.... a pesar de que Jon Hamm (el Don Draper de la espléndida y televisiva Mad Men), aquí en el papel del agente federal, se lo coma con patatas con su sola presencia en pantalla.

Algunos, buscándole tres pies al gato, han arremetido contra la historia de amor planteada entre Affleck y una estupenda Rebecca Hall (la Vicky de Vicky Cristina Barcelona). Son sólo ganas de sacarle defectos a un producto perfectamente acabado. Y es que sin ese love story -que no deja de ser un elemento fundamental en la construcción de su guión-, la película se hubiera decantado por otros derroteros.

Un film urbano, de atracos no muy perfectos y de un savoir faire que le obliga a uno a sacarse el sombrero. Es innegable que se está formando un gran director.

9.12.10

Frijoles a la barcelonesa

El mexicano Alejandro González Iñárritu ataca de nuevo. Y lo hace con Biutiful, un film que se aleja de sus habituales historias paralelas (Amores Perros, 21 Gramos, Babel) para embarcarse en un argumento lineal con un único protagonista: un genial Javier Bardem que, a pesar de su omnipresencia (prácticamente no hay escena en la que no salga), se alza en lo mejor de un título marcado por el exceso.

Casi dos horas y media de metraje para dar vueltas, una y otra vez, sobre el mismo eje. La miseria y la inmigración ilegal son los principales focos de atención del realizador. Como maestro de ceremonias, Uxbal, un tipo en la cuerda floja al que se le ha diagnosticado una enfermedad mortal. Siempre ha vivido de oscuros trapicheos y de la explotación de los inmigrantes sin papeles. Con un pie ya en el otro barrio, opta por transformarse en una ONG con patas y echarle un cable a algunos de los que perjudicó con sus acciones.

Biutiful se recrea descaradamente en la miseria humana, a lo bruto, de manera sensacionalista, como el Interviú, pero en largometraje. La cuestión es epatar. No tiene prisa por contarnos lo poco que expone (de ahí su agotador metraje) y, en su afán por la desmesura, se le va la mano en demasiados aspectos. Hurga en lo más ponzoñoso del alma humana: a veces, con tal saña, que resulta grotescamente desagradable; otras, por su desmesura expositiva, alejándose de cualquier atisbo de credibilidad.

Convierte a Barcelona -capital en la que transcurre toda su acción- en una especia de hermana gemela de México D.F. Es más, a veces resulta difícil creer que la ciudad protagonista sea Barcelona, tanto por el tratamiento fotográfico que hace de ella como por el retrato sociológico de sus personajes y costumbres. Busca la parte más roñosa de la misma, la eleva a la máxima potencia y se pierde en escenas que, de tan exageradas, se alejan totalmente de la realidad. Un buen ejemplo de ello es la persecución policial, a unos simples manteros, mediante un numeroso despliegue de furgonetas y agentes uniformados, arrasando violentamente por la Plaza de Catalunya y las Ramblas. Lo nunca visto. ¡Esto es Hollywood!

A Iñárritu le ha plantado Guillermo Arriaga, el guionista que siempre había trabajado a su lado. Sin él, el cine del realizador mejicano ya no tiene la misma fuerza. Y es que Biutiful es un producto aburrido y falso, que nace encallado y muere encallado. Sólo se esfuerza en el efectismo y en dedicarle toda su atención a un único personaje, ese Uxbal que en su redención inicia un interminable descenso a los infiernos. Es una pena, pues otros personajes de la trama, como sus dos hijos pequeños, su esposa o su propio hermano (un fantástico y desaprovechado Eduard Fernández), quedan totalmente desdibujados.

Un festival Bardem en toda la regla. El resto no importa, ni siquiera que se haya filmado en Barcelona en lugar de México. Tanto da. Woody Allen, a golpe de postal turística, reflejó una falsa Barcelona de ensueño en la nefasta Vicky Cristina Barcelona. Ahora, Iñárritu, se ha ido al extremo opuesto. Ni tanto ni tan calvo. Y curiosamente con Bardem en ambas visiones.